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Ella se da cuenta que, al fin y
al cabo, él salió a flote.
Pero insiste en encontrar una
salida distinta.
Mira a todos los costados y no ve
más que un horizonte sin fin.
Se pregunta hacia donde ir, cómo
asegurarse un destino sólido.
Pasa los interminables días
cargada de angustia, con la mirada perdida, con la cabeza llena de imágenes, de
recuerdos, de esperanzas.
Sabe que un milagro sería lo
apropiado.
Pero no quisiera necesitar un
milagro.
Entonces cavila con la mismísima
profundidad de un océano sobre el día de mañana.
Lo recuerda a él saliendo a flote
pero se resiste a hacer lo mismo.
Y sigue sola, sobre un pequeño
bote que se está desmantelando poco a poco, muerta de sed y hambre, en medio
del océano, casi loca, planteándose todo el tiempo si no sería mejor terminar
como él, muerta, flotando en el agua.
Daniel Adrián
Madeiro
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© Daniel Adrián Madeiro.
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