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En un lejano bosque que no sé
dónde queda porque nunca pude llegar, me contaron que hay una pequeña casita de
paredes de tejas y techo de ladrillo, con dos puertas del lado de afuera y
cuatro del lado de adentro, cinco ventanas grandes y un jardín de verano
adelante y otro de invierno atrás.
Allí vive la señorita Rosa Jazmín
Margarita Alelí Petunia Sánchez Pereira Nieves, más conocida por todos como
“Negrita Nieves”.
Lo de Nieves es por su último
apellido y lo de negrita por su rostro moreno.
Es muy coqueta. Le gusta llamar
la atención de todos en el bosque. Pero como en el bosque no hay nadie que la
mire, sólo los animalitos, entonces se pone una pollera amarilla con una blusa
violeta y zapatos rojos, o un vestido de rayas verdes y naranja con unas
sandalias fucsias.
Igual ella es feliz porque cree
que todo le queda bien.
Su único problema es el pelo.
Tiene muchos rulitos y le lleva tiempo peinarlo. Por eso es que no lo peina, se
pone unos pañuelos y listo.
Por la mañana, muy temprano, casi de madrugada, a las
11,30 más o menos, Negrita Nieves se levanta a desayunar.
Va hacia el supermercado, que
ella misma puso allí, para comprar la leche. Eso sí, leche fresca. Tan fresca
que la consigue ordeñando a la vaca que tiene guardada en la heladera.
Después compra un alfajor de
chocolate con dulce de leche, dos porciones de torta de frambuesa, un sándwich
de jamón y queso con tomate, lechuga, mayonesa y salsa golf, y un paquete de
galletitas de agua por si se queda con hambre.
Vuelve a su casa, va hacia la
cocina, prende un fósforo, se le apaga; prende otro, se le vuelve a apagar y
decide usar una antorcha que le regalaron unas visitas que tuvo una vez y que
quedó prendida.
Con la antorcha prende la
hornalla de la cocina y se calienta las manos, cuando es invierno. Luego, busca
un jarrito, lo encuentra y pone la leche adentro y lo lleva al fuego para que
se caliente.
En una taza se pone tres
cucharaditas de chocolate, una de azúcar y se prepara una riquísima leche
chocolatada.
¡Cómo le gusta la chocolatada a
Negrita Nieves! Es una de sus debilidades.
Se toma un sorbito de leche y se
come el alfajor; se toma otro sorbito de leche y se come las porciones de
torta; otro sorbito más y se come el sándwich.
Por supuesto, si se queda con
hambre se come las galletitas de agua o se toma una sopa.
La sopa le gusta mucho.
Especialmente, la preparada con fideos cabello de ángel.
Ella siempre quiso tener cabellos
de ángel en su cabeza, pelos todos lisitos, lisitos. Se cuenta que tiene una
peluca rubia toda lacia, tan larga que llega hasta el piso y le sirve para
barrer sin usar escoba.
Pero no sólo le gusta la sopa.
A Negrita Nieves le gusta todo,
cualquier comida: postres, milanesas, papas fritas, pizzas, canelones, sándwich
de miga, etcétera.
Por eso está algo gordita y le
aprieta un poco el camisón.
Últimamente, la cama se queja de
su peso. A la noche se escucha el ruido de los resortes del colchón.
Parece que según los médicos que
se dedican a estudiar a personas que son de comer mucho, mucho, el problema
puede ser la soledad.
Imagínense la situación. Una
bella joven morena, Negrita Nieves, solita en su casita chiquitita, aburridita,
pobrecita la Negrita. Sin ninguna persona con la cual conversar sobre algo
interesante como... qué comer, por ejemplo. U otro tema como... porque el sol
no se ahoga cuando se hunde en el mar, o cómo puede ser que de noche está todo
el cielo negro y oscuro pero la luna tiene luz.
Hay muchas cosas que se pueden conversar con amigos.
Se puede ver la novela de amor
titulada “Yo me quiero mucho”, que pasan todas las tardes desde las 14
hasta las 18.
En fin, Negrita Nieves necesita
una compañía, alguien que esté a su lado para conversar, mirar televisión o
leer un libro.
¡Ah... y adelgazar!
Por eso, porque quiero que
adelgace, se me ocurrió presentarle no un amigo, no dos amigos, no tres ni
cuatro. No señoritas y señoritos lectores, le voy a presentar siete amigos.
Ahí llegan.
Van caminando por el bosque y uno
le dice a los otros seis:
-¿Adónde vamos?
-A la casa de Negrita Nieves.
-¿Es cerca?
-Sí.
-¿Cuánto nos falta para llegar?
-3 días más o menos.
-Pero si me dijiste que es cerca.
-Bueno, bueno. Ahora doblamos en
la esquina y ya llegamos.
Al verlos llegar Negrita Nieves
se puso roja de los nervios.
-¡Ay!- pensó –Vienen los siete
gigantes y yo no me pinté los labios.
Se fue al supermercado y compró
un lápiz labial rojo como las manzanas rojas. Y si ella quería compraba uno
verde porque también hay manzanas verdes.
Se metió en el baño de su casa y
frente al espejo tomó el lápiz labial y... se dio cuenta que no tenía perfume.
Salió corriendo hasta el
supermercado y compró un perfume con olor a rosas.
Ya más tranquila, se puso su
vestido de fiesta de seda blanco con moños y puntillas, su vincha de flores
para el pelo, sus aros dorados y sus botas amarillas y salió a recibirlos.
-¡Oh!, ¡Qué sorpresa!- Les dijo,
mientras los siete gigantes se iban acercando a su casa- Si hubiera sabido que
tendría visitas me hubiera cambiado!
-¡Qué alegría volver a verte!- le
contestaron todos.
-Pero ¿Cuándo nos vimos antes?
–preguntó ella.
-Recién cuando saliste a
recibirnos.
-Ah, claro. Pasen, pasen.
Fue en ese mismo momento en que
los invitó a pasar a su casa, cuando todos se quedaron mirándose los unos a los
otros.
-Pero, ¡Por favor!- dijo uno de
los gigantes –No podemos pasar a tu casa sin presentarnos primero.
-Pero si todos nosotros nos
conocemos –dijo otro de los gigantes.
-No me refiero a presentarnos
entre nosotros. La Señorita Negrita Nieves no sabe nuestros nombres. Es
importante que sepa cómo nos llamamos cada uno de nosotros.
-¡Tienes toda la razón!- dijo
Negrita- ¿Cómo se llaman?
-Yo soy Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedro.
-¿Y tú?
-Pedrito, porque soy el menor.
-Pero... discúlpenme, cómo los
voy a llamar a cada uno por separado si todos se llaman igual.
-¿No te gusta el nombre Pedro?
-¡Me encanta! A mí también me
gustaría llamarme Pedra, pero lo que pasa es que cuando te llame a ti sólo, por
ejemplo, van a venir todos.
-Tienes razón.
-Tengo la solución- dijo uno de
los gigantes Pedro.
-¿Cuál?
-Puedes decir: Que venga el Pedro
que esta parado al lado del árbol.
-¿Y si hay dos de ustedes parados
al lado de un árbol?
-Ya sé, prohibimos pararse al
lado de los árboles.
-No, no. Esa no es la solución.
-¿Cuál entonces?
-Les pondré un apellido. Y dado
que yo me llamo Negrita Nieves, tomando como punto de partida mi apellido,
ustedes también llevarán uno relacionado a la naturaleza.
-Yo seré Pedro Viento, porque soy
de suspirar mucho.
-¡Muy bien!- dijo Negrita, y
todos aplaudieron.
-Yo Pedro Trueno, porque hago un
ruido increíble cuando estornudo.
-¡Bravo! –volvieron a aplaudir.
-Yo Pedro Lluvia, porqueee...
-¿Por qué?
-Porqueee...
-Pero, ¿Por qué?
-Porque hago mucho pipí. -Todos
aplaudieron y rieron.
-Yo seré Pedro Frío, porque
siempre estoy con pulóver. –De nuevo aplausos.
-Entonces yo me pondré Pedro
Calor, porque siempre estoy en camiseta.
-¡Excelente! – exclamaron todos y
aplaudieron a rabiar.
-Yo me llamaré Pedro Relámpago,
porque soy muy veloz.
-¡Muy bien!, ¡Muy bien!- dijo
Negrita, y todos volvieron a aplaudir.
-Y yo...- iba a decir Pedrito.
-Tú te llamarás Pedrito.
-Pero yo también quería un
apellido.
-Bueno, está bien. Y ¿Qué se te
ocurre?
-Pedrito el gigante más bonito.
-¡Genial! – todos rieron y
festejaron.
-Ahora que todos tienen sus
nombres y apellidos completos los invito a pasar a mi casa.
-Pero...-dijo Pedro Trueno
-¿Qué pasa?- peguntó Negrita.
-No podemos entrar. La puerta es
muy pequeña para nosotros.
-Y la altura de la casa también-
dijo Pedro Frío.
-¡Oh, qué pena! –dijo Negrita-
¿Dónde van a vivir?
-Construyamos una casa bien
grande para todos –dijo Pedrito.
-Yo me ocupo – dijo Pedro
Relámpago – ¿Dónde puedo conseguir ladrillos, cal, cemento, arena, maderas y
tejas?
-En el supermercado – contestó
Negrita.
-Entonces, vamos todos hacia
allí.
Y marcharon los ocho rumbo al
supermercado a comprar los materiales necesarios para la construcción de una
nueva casa.
No sólo consiguieron lo que
buscaban, además llevaron gaseosas porque tenían sed.
Al regresar, uno ordenó los
ladrillos, otro la cal, otro la arena, otro el cemento, otro la madera, otro
las herramientas, otro las tejas y así, entre todos, se prepararon para
trabajar en la construcción.
Pedro Lluvia y Pedro Calor hacían
la mezcla para unir los ladrillos.
Pedro Viento y Pedro Frío les
acercaban los baldes con la mezcla hecha a Pedro Trueno y Pedro Relámpago que
eran los que levantaban las paredes de ladrillos.
Pedrito, el gigante más bonito,
servía la gaseosa en los vasos y Negrita Nieves iba y venía llevándole gaseosa
a los Pedros Constructores.
Los gigantes trabajaban muy
rápido. A medida que pasaban las horas la nueva casa quedaba cada vez más
linda.
Les pusieron unas puertas y unos
ventanales enormes.
Las habitaciones eran
grandísimas.
Al atardecer, cuando la
terminaron, Negrita Nieves y los Siete Gigantes se pusieron frente a la casa y
dijeron:
-¡Quedó hermosa!
-Sí, está...
-¡Divina!
-Sí, está...
-¡Espléndida!
-Sí, está...
-¡Maravillosa!
-Sí, está...
-¡Fenomenal!
-Sí, está...
-¡Increíble!
-Sí, está...
-¡Estupenda!
-Sí, está...
-¡Fabulosa!
-Sí, está...
-¡Genial!
-Sí, está...
-¡Excepcional!
-Sí, está...
-¡Admirable!
-Sí, está...
-¡Impresionante!
-Sí, está...
-¡Buenísima!
-Sí, está...
-¡Fascinante!
-Sí, está...
-¡Excelente!
-Sí, está...
-Deslumbrante!
-Sí, está...
-¡Fantástica!
Se hizo un largo silencio
-Sí, está linda – dijo Pedrito –
¿Y los muebles?
Se habían olvidado de los
muebles. Pero no fue problema, para comenzar usaron algunos de los muebles que
tenía Negrita Nieves y con la madera que habían comprado construyeron algunas
camas y sillas y mesitas de luz.
Ahora sí no faltaba nada.
Ya eran las ocho de la noche y
todos se dieron cuenta de que, desde el mediodía hasta esa hora, no habían
comido nada.
Negrita Nieves dijo:
-Es verdad lo que dicen los
médicos, estar acompañada de buenas personas ayuda a comer menos. Charlando con
Ustedes y ayudándolos en la construcción, no me preocupé por la comida.
-¡Qué bueno! – dijo Pedro Trueno.
-Pero yo tengo hambre- dijo Pedro
Lluvia.
-Que tal si comemos algo
livianito –propuso Pedro Calor.
Y partieron los ocho hacia el
supermercado y compraron un pollo, arroz y unas manzanas para el postre.
Teniendo en cuenta que se trata
de la comida para Negrita Nieves y los Siete Gigantes, no era tanto.
Y fue allí cuando Negrita Nieves
volvió a darse cuenta que es más importante tener amigos que nos llenen el
corazón que estar solo con la panza llena.
Y de tan pero tan feliz que
estaba, desde ese día siempre se cuidó en las comidas.
Se servía porciones pequeñas pero
nutritivas, comía fruta, era moderada con los dulces, hacía un poco de gimnasia
cada día, bajó algunos kilitos que tenía de más y tuvo un cuerpo muy sano.
Por las tardes, con los Siete
Gigantes leían obras de teatro y, aprovechando que eran muchos, las
representaban.
Les salían tan pero tan bien que
ahora Negrita Nieves y los Siete Gigantes trabajan los fines de semana como
actores de una obra para chicos creada por ellos mismos que se llama “La Rubia
más linda y los siete bajitos”.
Lo que hacen en el teatro es algo
muy hermoso pero yo me tengo que ir a dormir así que se los cuento otro día.
Daniel Adrián
Madeiro
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© Daniel Adrián Madeiro.
Todos
los derechos reservados para el autor.
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