Foto Google |
"¿Qué es la pobreza?. La pobreza es hambre. La pobreza es falta de techo bajo el cual resguardarse. La pobreza es estar enfermo y no poder ser atendido por un médico. La pobreza es no poder ir a la escuela y no saber leer. La pobreza es no tener trabajo, tener miedo al futuro y vivir día a día. La pobreza es perder a un hijo debido a enfermedades relacionadas con el agua impura. La pobreza es impotencia, falta de representación y libertad”. (Texto extraído del sitio: http://worldbank.org/poverty/spanish/mision/ Grupo del Banco Mundial).
Hace tiempo que aprendimos a no preocuparnos por nuestras
carencias.
Todo comenzó cuando quedé sin
trabajo.
Al principio los pocos ahorros
que teníamos permitieron cubrir algunas necesidades básicas. Pero ahora, no.
Hace tiempo, no.
Sin embargo nos adaptamos bien a
este cambio profundo. Nuestra vida se modificó notoriamente. Ya no la vivimos
desde un enfoque material. Tampoco espiritual. Acordamos que es mejor no
vivirla de ninguna manera.
Tomamos la iniciativa de darle
otro valor a nuestra suerte y sus caprichos.
A esta altura, no puede decirse
que seamos infelices ni lo contrario.
Las miradas sobre nosotros
muestran cosas distintas: dolor, extrañeza, indiferencia, amor, compasión,
inquietud, temor.
Mis hijos, mi esposa y yo,
estamos de acuerdo con nuestra forma de enfrentar este desafío. Sabemos que
vamos en la dirección correcta para darle un corte.
Ante las actitudes de terceros
recordamos los gestos y sonidos que realizábamos cuando reíamos y hacemos eso.
Ayer nos reímos de todos desde que se hizo de noche hasta que alguien nos tiró
una botella vacía que se estrelló cerca del menor.
Todos los días salgo a no buscar
trabajo para no frustrarme.
Con mis hijos y mi mujer vamos a
no comprar frutas, verduras y carnes. Cuando nos dejan, entramos en
supermercados o almacenes y no compramos absolutamente nada, para no sentirnos
mal.
Estuve visitando un banco y averigüé que para no pedir un
crédito ni abrir ninguna cuenta de ahorros, tengo las condiciones apropiadas.
Pero, no atienden bien ahí. La seguridad me creyó un ladrón. Y yo, entre otras
cosas, tampoco soy un ladrón.
Suelen confundirme a menudo.
Cuando me quedo en la puerta de una escuela, algunas maestras me preguntan si
tengo hijos allí. Y, no soy un padre con hijos en la escuela. Ni con esposa en
la peluquería, ni con familia en una casa.
Hay muchas cosas que nosotros no
somos: no somos gente de calzado en los pies, de ropa sana, de pelo limpio, de
rostro alegre, de mirada esperanzada.
Tenemos muy bien organizada
nuestra rutina: por la mañana, revisamos que no falte ninguna de nuestras
inexistencias depositadas en la vereda, y tranquilamente nos preparamos para
disfrutar el no desayuno.
Al mediodía mi mujer ha optado
por no cocinar todo lo que no tenemos para que podamos saborear nuestra
abundante nada.
Por la tarde no merendamos y por
la noche ya no cenamos.
Creemos que vamos bien. Si todo se da como deseamos pueda
ser que pronto le hayamos puesto fin a esta situación y logremos disfrutar de
una verdadera no-existencia.
Daniel Adrián Madeiro
Copyright
© Daniel Adrián Madeiro.
Todos los derechos reservados
para el autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario